ANGUSTIA, DOLOR Y GLORIA: UN PASEO POR LA VIDA DE ALEJANDRA PIZARNIK
- Mujeres Históricas
- 25 sept 2021
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“La poesía no es un grato esparcimiento. La poesía es un aullido que hicieron - que hacen - los seres en la noche” – Alejandra Pizarnik
Escapar engloba entre sus letras la vida de Pizarnik. Escapar de la opresión. Escapar de la familia. Escapar de los mandatos sociales. Escapar de la negra desesperanza que llena su espíritu, inundando cada recoveco de su alma, ocupando cada espacio de manera desesperada, haciendo que el cuerpo que ocupa vomite toda su alma, volcándola en palabras y poesías que no logran plasmar enteramente su desesperación, vaciando cada zona de su ser hasta no dejar nada más atrás, hasta no dejar ninguna Alejandra.
Desde joven mostró signos de la grandeza que algún día llegaría a encarnar, rechazando toda norma social asociada al rol de género asignado a la mujer, personifica lo que vulgarmente se denominaría como la “oveja negra de la familia”, contrastando fuertemente con la persona de su hermana, Myriam. Mientras que su hermana mayor toma el camino tradicional de como una mujer se debía portar en la sociedad de los años 50, Alejandra nunca se casó, jamás logró finalizar un estudio universitario, y estuvo muy lejos de atarse a un contrato matrimonial, incurriendo en varios romances esporádicos. Asimismo, por el fuerte impacto que tuvo el nazismo en su familia, de origen judío, Alejandra llegó a odiar y detestar la política, todas sus reptesentaciones y manifestaciones, negándose a mostrar signos de participación o alineación política a lo largo de sus obras.
A pesar de haber cursado sin éxito las carreras de periodismo, filosofía, y letras, fue una de las poetas más prolíferas y fructíferas que tuvo la Argentina. Habiendo publicado su primera recopilación de poemas a la temprana edad de 19 años, titulado “La tierra más ajena” (1955), su talento fue celebrado e impulsado por sus profesores y el círculo de poetas y artistas con el que se rodeaba. Desde estas primeras poesías se puede comenzar a percibir la fuerte influencia que la vanguardia, más específicamente el expresionismo, tiene en su extenso trabajo. Uno de los poemas que compone esta primera obra, titulado “Humo”, permite ver entres sus letras, su ritmo, su lenguaje, y el vocabulario utilizado, el estado emocional que la autora transcurría en aquel momento, uno de los picos de su depresión y adicción al alcohol y otras sustancias nocivas. El humo, los retretes, el alcohol y la resaca, estas imágenes sensoriales que Alejandra decide utilizar impactan fuertemente en el lector transportándolo entre aquellas palabras, llegando a situarse al lado de la poetisa en una de sus noches interminables, entre botellas y humo. De similar manera, “Ser Incoloro” es un claro reflejo de su mente, mostrando como Alejandra solía comerse las uñas de los dedos como un mecanismo controlado por la ansiedad que padecía.
Sin embargo, conoció tiempos más felices, de la mano de la ciudad de París y del movimiento artístico que allí se desarrollaba, descubriendo en aquellos círculos amistades, como la de Julio Cortázar, que la acompañarían toda su vida. En este ambiente es donde descubre el surrealismo, que como el autor Jorge Alberto Ramírez expone en su obra “El expresionismo poético de Alejandra Pizarnik”, logra tener más influencia en la vida de la autora que en su obra. En el período que vivó en Europa (1960-1964), trabajó como traductora y realizó contribuciones a varios medios como Cuadernos, Zona Franca y Sur, al mismo tiempo que continúa dedicándose al desarrollo de su poesía. En 1962 publica “Árbol de Diana”, donde se puede ver que, a pesar de no estar atravesando uno de sus peores episodios depresivos, aún se deja bien en claro que es algo de lo que Alejandra nunca va a lograr escapar. Las menciones a la muerte y al aislamiento todavía perduran; el sentimiento de melancolía se muestra muy presente, y el lenguaje típico expresionista de la autora, las menciones a la angustia, el dolor, los miedos, está siempre latente.
Alejandra fue una poeta que escribía casi de forma obsesiva, leyendo y releyendo sus obras, tratando de que su producto final asemeje la perfección, encarna lo que se ha denominado la poesía del sufrimiento, hablando siempre del dolor que ella sentía y experimentaba en su vida. Sus versos son extensiones de su ser, de su duelo, creía que sin estas emociones la poesía no era real, era inhumana, llana, vacía de alma. “Los trabajos y las noches”, de 1965, muestra una Alejandra, ya de vuelta en Argentina, nuevamente sumida en una depresión más profunda, y el poema “Silencios” puede ser considerado como un augurio en la vida de la poetisa, siempre en compañía de la muerte, en el más profundo silencio solo son las voces de ella y de su compañera la que llenan el vacío.
Muchos de los artistas que generan una disrupción en el flujo y manifestación de las artes, suelen no ser reconocidos por su influencia e importancia en ese área. Si bien a Alejandra Pizarnik le costó verse valorada por el público general - cuya ignorancia de la poetisa aún se manifiesta en varios sectores - la calidad de su obra le permitió obtener las prestigiosas becas Guggenheim, en 1969, y Fullbright, en 1971 (esta última beca no logra ser completada por Alejandra debido a su muerte el año siguiente). Ese mismo año, publica “Infierno musical”, una de sus últimas obras, en la que deja plasmada su desesperada necesidad de la poesía, de la misma manera en la que su poesía necesita de ella, como son una y la misma, como ve en la poesía un refugio y un lugar donde ahogar sus penas, como escribe en Cold in hand blues:
"Y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo"
Alejandra Pizarnik muere un 25 de septiembre de 1972 al ingerir una excesiva cantidad de fármacos. Dejó plasmada en su obra su dolor y sufrimiento vertiendo, en sus hojas, manchas de alcohol y olor a cigarrillo, su angustia, su desesperación, sus temores. A pesar de haber transitado una vida atosigada de fantasmas, es una de las figuras referentes del expresionismo, y su voz continúa inundando los oscuros callejones de la poesía argentina. Bañada en un aire de misticismo por sus hábitos en vida, y por su prematura muerte, que aporta a su figura cierto romanticismo, llega a ser llamada por muchos una poeta maldita, porque nunca logró escapar de la desgracia, finalmente perdiéndose a sí misma en los abismos de la muerte.
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