Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia
- Mujeres Históricas
- 30 mar 2020
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“Cuando nosotras empezamos a dar vueltas en la plaza dijeron los asesinos: 'Déjenlas caminar, son mujeres. Son mujeres, se van a cansar dentro de unos días están en su casa llorando. Déjenlas…'Se equivocaron”
Estela de Carlotto
Un 24 de marzo de 1976 se producía un levantamiento militar que destituiría a la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón. Según sus propias palabras las Fuerzas Armadas, en cumplimiento de una obligación irrenunciable, debieron asumir la conducción del Estado con el propósito de terminar con el desgobierno, la corrupción y el flagelo subversivo. Este triste período de nuestra historia fue denominado por quienes violaron el orden constitucional como “Proceso de Reorganización Nacional” y concluyó un 10 de diciembre de 1983 con la asunción de un nuevo presidente electo por la vía democrática; el Dr. Raúl R. Alfonsín.
Este complejo camino iniciado en 1983 hoy ha provocado una toma de conciencia de los hechos acontecidos durante la última Dictadura y han sido, en gran parte, los jóvenes quienes comenzaron a cuestionar aquellas decisiones que otorgaban impunidad a quienes habían cometido delitos de lesa humanidad. Sostenidos por la incansable lucha de diferentes organizaciones como Abuelas y/o Madres de Plaza de Mayo, las nuevas generaciones entendieron lo que a sus mayores les costaba… “Olvidar no es la solución”.
La violencia hacia las mujeres ha sido específica, sistemática y patriarcal durante la dictadura, con un objetivo claro: “recuperarlas o desaparecerlas”, buscaban imponer una ideología política que les delegase solo funciones reproductivas y domésticas, además de exacerbar el modelo dicotómico de “virgen o prostituta”. Entendemos entonces, que el castigo hacia las mujeres no era solo por “subversivas”, sino también por ir en contra de lo que la sociedad esperaba de ella como mujeres. El abuso sexual era el principal método de tortura que usaban en los centros clandestinos de detención contra ellas. Las sobrevivientes cuentan que ninguna compañera estuvo exenta de ser violada, era cosa de todos los días. Usaban picanas, armas e incluso ratas sobre los genitales de las detenidas, las desnudaban, les tapaban la vista, las insultaban, las amenazaban y las golpeaban entre uno, dos, tres, o en grupo. A las embarazadas las agredían física y verbalmente durante la gestación y hasta el momento del parto, donde sus niños eran arrancados y entregados a otras familias.
Aquellas nombradas como peligrosas, subversivas o guerrilleras, son quienes hoy nos nutren a nosotras como juventud, juventud que tiene bien en claro el peso y la responsabilidad de la memoria, la verdad y la justicia. La memoria le da vida a las mujeres que la dictadura nos arrancó, las vuelve compañeras, las hace presentes. Revive sus ideas, sus vivencias, su historia. Nos ayuda a mirar el pasado y saber con firmeza lo que NO queremos para nuestro futuro. La verdad, en cambio, es cruda y duele muchísimo, pero si hay algo que las Abuelas nos enseñaron es a transformar la rabia y el dolor en lucha. La verdad sirve para hacer justicia. Una justicia que debe dejar de resguardar torturadores, violadores y asesinos y comenzar a ocuparse de que cumplan su condena como deben. La verdad sirve para fijarte de qué lado de la mecha querés estar, y te hace estar segurx de ese grito que se escucha en todos lados “no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos”.
Luchar contra la impunidad genocida es lo único que nos queda además de la memoria. No dejemos que nunca más nos arrebaten compañerxs, que nunca más se construyan centros de tortura y castigo, que ningún bebe sea robado de los brazos de su madre, que no tiren más gente desde helicópteros sobre pilas de cadáveres, que nunca más censuren al arte ni a aquello que sea diverso, que ninguna familia tenga que llorar la desaparición de una hija, un hijo, que nunca más los medios de comunicación sean cómplices de patear la historia y mirar para otro lado frente a un terrorismo de Estado, que no se vea ni un Falcón verde más ni se escuche el oscuro ruido de las botas, que ningún argentino se vea obligado a exiliar de su país. Para nunca más tener un Estado generador de miedo y terror, que creyó que matando una generación y apropiándose de sus hijos iban a desaparecer sus sueños.
Las palabras no alcanzan para semejante herida que atraviesa la historia de nuestro país, cada hija, cada nieta que falta nos lastima y carcome por dentro. Pero supimos encontrarnos en un abrazo colectivo que se viste de pañuelo blanco y tiene un historial de mucha, mucha lucha. Nos quedamos con eso, de ese lado. Tenemos la responsabilidad de reivindicar la lucha de las Madres y las Abuelas. Sembremos la memoria para que no crezca el olvido.

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